lunes, 7 de agosto de 2023

La Virgen de La Cuevita

La ermita de La Cuevita se halla enclavada en la Montaña del Toril, en el barrio troglodita conocido como Artenara Arriba. Desde la plazoleta, a través de un arco de medio punto se accede al interior de la gruta en la que se hallan tallados en la misma roca el altar, el confesionario, el púlpito y el coro.

Esta ermita fue construida en el último tercio del siglo XIX hacia el año 1865, tras la ampliación de una pequeña cueva original en la que sólo cabían once personas. En 1999 se añaden nuevos elementos como la mesa del altar, el sillón para la sede, el ambón, la pila bautsmal y el vía crucis, que alteran la austera estructura originaria. 

La única imagen de esta rústica iglesia es La Virgen de la Cuevita, escultura de madera, de autor anónimo, de 0,80 m de alto, sobre peana, de cara graciosa y ovalada, mirada hierática, con un niño sobre el brazo izquierdo, ligeramente adosado a su pecho. Su cabellera cae sobre una capa que deja entrever un traje policormado. Estos rasgos iconográficos llevan a plantear la hipótesis de su factura americana, y que tal vez fue traída por algún emigrante de este pueblo que la depositó en una cueva para su veneración por los vecinos.

Los primeros datos documentales de la dovoción de la Virgen de la Cuevita se remontan a un cuadrante de misas de 1783. En el último tercio del siglo XIX y durante el proceso de construcción del templo de San Matías, la ermita fue destinada a la celebración de los actos litúrgicos parroquiales.

A partir de 1928 adquiere relevancia con la celebración de la Fiesta de los Estudiantes y la colocación del campanil, y en 1939 los excombatientes de este pueblo juran realizar una fiesta en acción de gracias tras haber regresado de la Guerra Civil. En 1962 es nombrada Patrona de las Agrupaciones Floclóricas canarias y dos años más tarde Patrona del Ciclismo de Gran Canaria.

La fiesta de la Cuevita se celebra durante la segunda quincena del mes de agosto y se inicia con la bajada de la imagen al templo parroquial de San Matías donde recibe la visita y ofrenda de los peregrinos y de las federaciones ciclistas. El último domingo de agosto, tras un homenaje de las agrupaciones folclóricas isleñas, regresa a la ermita en una procesión nocturna marcada por el colorido de hogueras y fuegos artificiales.

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