Dentro de esa gama de supersticiones, cabe destacar las atribuidas al curandero. Podemos citar así los cantos y rezos, el pomo y la madre, el mal de ojos, las pócimas de amor y muerte etc. No será extraño ver todavía por esos campos alguna cabra con el lazo rojo para aullentar el mal de ojo de alguna vecina, o las tijeras abiertas para impedir la entrada de las brujas.
Tampoco faltará encontrar algún que otro parche al que dirigir los rezos, y que situado en la región abdominal impide que se suelte el pomo o la madre. Tampoco está ausente de Canarias aún en la actualidad, el esterero, o médico intitulado popular, que con su gran conocimiento de la anatomía humana, a veces cierto, a veces fingido, intenta curar de las dolencias reumáticas, así como de las dislocaciones de huesos, contando con el apoyo de su ferviente clientela.
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